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Estudio de caso

UBUNTU

Mujeres rurales se movilizan en Sudáfrica

Las tierras vinícolas de las afueras de Ciudad del Cabo revelan las crudas desigualdades de Sudáfrica: riqueza suntuosa junto a profunda pobreza. Aquí, el Movimiento de Mujeres y Jóvenes Rurales Ubuntu, una organización de mujeres y jóvenes con base en comunidades de campesinas y campesinos, poblados de chozas y municipios rurales, dirige una feroz resistencia contra los desahucios, se organiza contra la violencia de género y gestiona comedores sociales y un huerto de alimentos.

Tomada de las lenguas nguni, la palabra «Ubuntu» representa la idea de que «las personas son personas a través de otras personas». El movimiento Ubuntu trata de encarnar esta filosofía en su acción y en la forma en que sus integrantes se relacionan entre sí. El grupo fue creado en 2012 por Wendy Pekeur, sindicalista y activista feminista, y un núcleo sólido de unas 50 mujeres participan activamente en la organización todos los días. Este estudio de caso no cuenta toda la historia de las luchas de Ubuntu , sino que destaca actividades y pasos que ejemplifican el acercamiento del movimiento a determinados ámbitos de poder.

Contexto
El Apartheid terminó oficialmente a principios de la década de 1990 y una nueva constitución liberal establece derechos humanos básicos para todas las sudafricanas y los sudafricanos. Las aspiraciones nacionales de justicia y desarrollo se contraponen a las realidades de las comunidades en las que trabaja Ubuntu. Aquí perduran el racismo institucionalizado y las desigualdades de género, con la supremacía masculina blanca en un polo y el empobrecimiento y la opresión continuados de las mujeres negras en el otro. Esto es especialmente evidente en las zonas rurales dominadas por la agricultura comercial dirigida por propietarios blancos, como en las tierras vinícolas del Cabo.

Sin embargo, el contexto también está marcado por las historias de resistencia contra el Apartheid y contra las políticas posteriores al Apartheid que dan prioridad a las grandes empresas. En el momento de la transición, en 1994, muchos líderes de la lucha previa a la democracia pasaron a formar parte del nuevo gobierno y los movimientos sociales se diluyeron. En la década de 2000, nuevas generaciones de activistas emprendieron luchas contra el poder de las empresas y las políticas que las favorecen -en particular la privatización, la liberalización del mercado y la austeridad- y preservan las desigualdades del Apartheid. A pesar de sus heroicos esfuerzos, la mayoría de estos movimientos fracasaron o se fragmentaron. Las y los activistas pagaron caro y aprendieron valiosas lecciones.

En resumen, cuatro factores clave definen el contexto en el que se organiza Ubuntu:

  1. la persistencia de los patrones de opresión de raza, género y clase del Apartheid
  2. un marco constitucional con aspiraciones que establece los derechos humanos y el Estado de Derecho
  3. el compromiso del Estado con un marco político favorable a las empresas
  4. historias de resistencia contra y después del Apartheid

Atender las necesidades
Alimentar a las personas hambrientas es una de las principales actividades de Ubuntu. El grupo gestiona 20 comedores, tiene su propio huerto y moviliza y distribuye regularmente donaciones de alimentos.

Abordar esta necesidad inmediata ha sido una forma de construir el movimiento reuniendo a las mujeres como líderes y solucionadoras de problemas. Se formó un núcleo muy unido de cincuenta activistas que sentó las bases del trabajo de campaña al ganarse el respeto de la comunidad y de las autoridades. Los donantes también tomaron nota y Ubuntu obtuvo nuevos recursos. El mayor reto es que el grado de hambre supera la capacidad de la organización para satisfacer las expectativas que ha creado.

Poder formal
Ubuntu trabaja con departamentos gubernamentales, instituciones estatales y políticos en torno a los desalojos de granjas, los derechos de las y los trabajadores, la violencia de género, el hambre y los derechos sobre la tierra. En distintos momentos, Ubuntu se reunió o intentó reunirse con la Comisión de Derechos Humanos, los departamentos de desarrollo rural, sanidad y trabajo, y el organismo de resolución de conflictos laborales denominado Comisión de Conciliación, Mediación y Arbitraje. La organización presionó a estos organismos para que abordaran los problemas sociales aplicando las leyes y políticas existentes o, en unos pocos casos, cambiando algunas leyes y políticas.

Estas actividades -junto con las protestas públicas y la exposición mediática- tenían como objetivo implicar, bloquear y reorientar las decisiones y acciones de estas instituciones. Los éxitos fueron escasos. Tras el inicio de la pandemia de Covid, Ubuntu convenció a las autoridades para que instalaran un depósito de agua en una comunidad de campesinas y campesinos. Los comentarios típicos de las integrantes de Ubuntu fueron «no pasó nada», «nos bloquearon», «las relaciones entre nosotros y el Departamento de Trabajo no son buenas» y «ellos (el consejo de negociación del gobierno local) no querían sentar un nuevo precedente de trabajadoras y trabajadores representados por organizaciones comunitarias».

Poder oculto
En su trabajo jurídico, Ubuntu expone y se enfrenta al poder oculto de los propietarios de granjas, a menudo con la complicidad de la policía, a pesar de que la mayoría de los desalojos de granjas se producen ilegalmente. Otras acciones ilegales contra las y los campesinos son cortarles el suministro de agua y electricidad.

Ubuntu ha tenido éxito, especialmente en lo que respecta a la exposición en los medios de comunicación, ayudando a los miembros de la comunidad a conseguir representación legal y proporcionándoles asesoramiento y representación como asistentes jurídicos. Por ejemplo, la comunidad de Rosie Links pudo permanecer en la granja. Sin embargo, la amenaza de entidades que operan al margen de la ley continúa causando angustia y precariedad.

Poder invisible

En sus actividades periódicas de sensibilización, también sobre la violencia de género y los derechos de la mujer, Ubuntu se enfrenta a una serie de narrativas que aprovechan y refuerzan el poder invisible de las normas y expectativas de género. Las integrantes de Ubuntu también mantienen conversaciones dentro de los hogares y las comunidades inmediatas en las que viven. Esto es esencial para crear el espacio necesario para que las integrantes de Ubuntu se conviertan en activistas y líderes.

Poder transformador
Ubuntu tiene reglas y normas para guiar las prácticas y las relaciones dentro de la organización. Su finalidad es proteger y construir el poder transformador de las integrantes y del grupo en su conjunto. Las integrantes formularon estas reglas mediante reflexiones individuales y colectivas sobre su situación y sus experiencias. Se basaron en el aprendizaje de otros grupos similares, en particular Sikhula Sonke. Este sindicato de campesinas, ya desaparecido, que coincidía en miembros y actividades con Ubuntu, surgió a mediados de 2000 y creció rápidamente, pero se fragmentó y colapsó en torno a 2012. Para evitar los problemas que afectaron a Sikhula Sonke, Ubuntu se ha centrado en construir y proteger el poder transformador de las integrantes y del grupo en su conjunto, como lo demuestran estas normas y prácticas.

  • Las integrantes de Ubuntu son sólo mujeres, aunque la organización trabaja con hombres solidarios.
  • Las integrantes trabajaron como voluntarias durante los primeros ocho años. Ahora se les paga un sueldo mínimo para compensar sus gastos personales.
  • Las integrantes y la organización mantienen una postura no partidista en política.
  • Ubuntu evita crecer demasiado deprisa y es cuidadosa con las luchas y los casos que acepta. Dirá no a las peticiones de ayuda si las integrantes no creen en la justicia de la causa o si no tienen capacidad para abordar el asunto.
  • Como organización de miembros, Ubuntu cuenta con una toma de decisiones colectiva y democrática.
  • El grupo que dirige las operaciones cotidianas no es responsable de abordar las cuestiones disciplinarias y las disputas internas: de eso se encarga la junta directiva.
  • Hay transparencia en torno a la recaudación de fondos y normas estrictas de rendición de cuentas sobre los pagos.

En lugar de establecer filiales de Ubuntu en otras regiones y provincias, la organización trabaja con otros grupos de mujeres y comunitarios para fomentar la solidaridad y el liderazgo de las mujeres mediante la organización y la educación. Los retos que plantea el capitalismo neoliberal racista y sexista son demasiado grandes para que los supere un solo grupo o movimiento. Mucho dependerá de las alianzas eficaces para lograr un movimiento feminista de masas de mujeres negras de la clase trabajadora y sus aliadas.

Ubuntu se considera una organización pequeña, pero pequeña no significa débil. Su grupo principal activo y cohesionado, su amplio ámbito de actividades y su profundo alcance en las comunidades en las que trabaja son indicios de una fuerte organización comunitaria de personas pobres. Sus métodos y prácticas internas indican que es fuerte precisamente porque es una organización de mujeres y feminista.

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1 Escrito por Ronald Wesso para Just Associates, 2022.

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