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Miguel Ángel Betancur Tamayo
Escultor
Envigado, 20 de Abril de 2010
Recuerdo mis años de infancia, aquella época en que jugaba entre las Esculturas que existían en la casa, las esculturas de mi padre el escultor José Horacio Betancur B. a quien en la vida he aprendido a llamar JOSÉ HORACIO con mayúsculas, más que Padre, pues tengo la visión del escultor de hechos concretos y de un hogar repleto de obras en diferentes materiales, donde me crié. Con las palabras de mi Madre me levanté, haciéndome a la idea de un José Horacio como un gran mito en la escultura de nuestro medio. En mi carrera escultórica he descubierto sus bondades y aciertos. He dado mantenimiento a una gran cantidad de obra suya y recopilado su archivo.
Al detenerme en sus obras y analizar sus contenidos, veo cómo nivela lo social con su pensamiento americanista y con lo puramente decorativo. Su ejecución escultórica es limpia, barroca, llena de ritmo, equilibrio, armonía, audaz en su forma y permanente en su contenido. Su convencimiento, seguridad y calidad escultórica es admirable, tenaz y atrevida. Por la escultura vivió, en ella vivió y a ella se entregó totalmente. Con su posición radical y definida ganó amigos y muchos enemigos que le sirvieron para posicionarse como persona y, lo más importante, como escultor; convenciendose de que lo suyo y lo mejor para nuestra sociedad era la Escultura, autóctona y sin extranjerismos.
Me sorprende que con una existencia tan corta en el mundo de la escultura (escasos 19 años) logró realizar una gran cantidad de obras en cada una de las técnicas con las que trabajó, por ejemplo:
En la madera, con su Taller LUIS XV y el slogan “Lo que el arte logra en la madera”, que ocupó sus primeros años, fue un pionero, aplicó sus conocimientos escultóricos, adquiridos en el Instituto de Bellas Artes, a todo lo que hacía: lámparas, cuña libros, baúles, portaceniceros, muebles, bibliotecas, bares, comedores; en todo veía la posibilidad de aplicar la escultura, a más de su obra personal en esta técnica, que es admirable por su realización y el conocimiento perfecto del oficio.
En las piedras talco: supo leer el contenido ancestral de la selva y su mayor logro son las hermosas esculturas de la flora y fauna animal que conocía desde niño por la afición a la Pesca y a la Cacería, heredada de su Padre. En ellas demostró su capacidad de creación; fueron tallas directas, donde no existen bocetos ni dibujos. Es la capacidad de ver en el material: el espacio, volumen y expresión, sacrificando el clasicismo por una verdad estética vital y coherente con el material.
En los granitos esmerilados y en las esculturas de concreto directo: sintetizó toda su obra de contenido social, bustos de personajes y presidentes, de los cuales alguna vez dijo: “Son muñecos más o menos bien hechos” …”No me han dado oportunidad de hacer escultura monumental”. Sin embargo, los hizo.
En las Esculturas de concreto patinado fue más allá y encontró el material para su monumentalidad, aunque, de todas formas, estaba en su visión, pensamiento, dedicación y concepción.
Son obras monumentales suyas las conocidas esculturas: La Madremonte, El Cacique, La Bachue, sin dejar atrás al Cristo de los Andes que está en Jardines Montesacro, magnifica talla en madera, que da crédito a las palabras del Escultor Rodrigo Arenas en la presentación del catálogo del Jardín del Arte, casa de Antonieta Pellicer de Vallejo, Cónsul de México en la ciudad y gran mecenas de J.H.B.B. .. .»…José Horacio Betancur se autorretrata perfectamente en su Cristo de los Andes… Como un gigante maniatado e insumiso….».
Las esculturas que pensó realizar en gran escala como: ”La Llorona“, “Violencia sobre el Mundo”, “La patria y los Lagartos” o “De la época actual”, “La tragedia del minero”, “Libertad encadenada” que luego llamó “Se rompieron las cadenas” cuando el derrocamiento del General Gustavo Rojas Pinilla, y el “Monumento al soldado”, y otras etc. Todas ellas quedaron en pequeño formato en concreto directo.
En los dibujos rápidos, apuntes que conservo, dan testimonio de su pasión y entrega; en una hoja podía hacer uno, dos o mas esbozos, no le importaba la composición como tal en estos bocetos, sino el escape de energía que tenía represada; con ella daba crédito a un alma llena de vitalidad, fuerza y emoción.
En las esculturas de terracota dio rienda suelta a su pensamiento y en él dejó plasmadas, quizás, unas de las más importantes investigaciones y creaciones: Lo que él llamó “Multisombras”.
Realizó unas 75 obras, todas ellas del mismo tamaño: 30 cms. de altura, a excepción de su multisombra más conocida: El Atanasio Girardot del Estadio de Fútbol que lleva su nombre.
Exhibidas por primera vez en la gran exposición al aire libre de la Plazuela Nutibara, (primera exposición al aire libre en Colombia), a finales del año 1953. Está técnica la realizó en terracota, que puede ejecutarse también en Bronce y en cualquier otro material de escultura. Allí se deleitó con su dibujo escultórico demostrando a más de su capacidad de trabajo que lo que más amaba era su escultura.
Al ver sus obras en las diferentes técnicas que trabajó podemos entender la diferencia de concepción en cada una de ellas conservando siempre su personalidad, sin amaneramientos, ni facilismos. Hay una búsqueda permanente.
En una palabra JOSÉ HORACIO BETANCUR fue consecuente con su vida escultórica. En este análisis de lo que fue mi padre, no puedo dejar de mencionar algunos de sus sueños no alcanzados :
Llenar el Cerro Nutibara de esculturas y relieves que contaran la Historia, la Protohistoria y el futuro de Antioquia. Sólo colocó “La Madremonte» en 1954. Actualmente ubicada en el Jardín Botánico de Medellín y en su defecto el «Cacique Nutibara», por decisión de la administración pública de Medellín.
Convertir la piedra del Peñol, en una especie de mural gigantesco, en alto relieve con figuras representativas de los mitos de Antioquia y Colombia y alegorías de nuestra prehistoria, historia y desarrollo económico y artístico.
Como homenaje al ígneo panfletario antioqueño Juan de Dios Uribe (El Indio), proyectó un monumento realzado por una pluma vertical de tres metros, en el centro de la cual, en incrustación vigorosa, se destacaría la cabeza del panfletarío en una extensión de noventa centímetros, desde el mentón hasta la coronilla, y en la base, al rematar la pluma, un sarcófago que conserva el estilo de las sepulturas (o guacas) indígenas descubiertas en el suroeste antioqueño.
Para la municipalidad de Puerto Berrío, el escultor Betancur proyectó una audaz obra: Un monumento a Jorge Eliécer Gaitán, exornado en su base con tallas directas sobre piedra del Nare con alegorías de la dinámica espiritual de Colombia. La figura del caudillo, en tamaño heroico, (más de tres metros) se destacaría sobre el pedestal en actitud de arrebato oratorio. Se hizo el contrato, el 12 de agosto de 1948 y la obra nunca se realizó, no sabemos porque causas.
Y proyectó también un monumento a Barba Jacob, por iniciativa del centro cultural que lleva el nombre del glorioso poeta atormentado. Aquella frase “Era una llama al viento…» Quedaría inmortalizada en el monumento, mediante luces indirectas que se reflejarán sobre una superficie de cobre que arranca, en forma de antorcha, de un pebetero rústico. Al centro, en trance agónico, se destacaría, desde el mentón hasta la coronilla, la convulsiva cabeza del bardo inmortal.
Y otros tantos sueños quedaron en pequeña escala, maquetas de concreto directo como: ” La Llorona “, “ Violencia sobre el Mundo“, “La patria y los Lagartos“ o “De la época actual“, “la tragedia del minero”o “El Socavón “, “Libertad encadenada”, el “Monumento al Soldado” y otros más que se fueron con él.