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Manuel Mejía Vallejo
Escritor
…”Lo grandioso, lo eterno, no improvisa jamás. Ello es producto de un esfuerzo continuado, de una fe, de una necesidad, de una vocación y de una voluntad puestos al servicio colectivo. Todo lo grande obedece a muchas inquietudes, a muchas angustias, a mucho estudio a muchas contradicciones, rectificaciones y balbuceos que bregan por asomarse a la verdad definitiva aquella que alcanza a todos y cuya manifestación total debe ser siempre generosa,
…” dígase lo que quiera, sin duda alguna Betancur es un hombre lleno de vigor en su obra, dueño de su propio cincel y de sus propias manos con una capacidad de trabajo que pocos tienen en nuestro país, con impulsos creadores a la medida de su directa vocación y con fe en la escultura, en la tradición, en la tierra.
Esto último representa uno de sus meritos fundamentales. Con ese apego afectuoso a los motivos terrígenos obtiene obras no de un frívolo costumbrismo ni de un tipismo superficial, sino de valor universal por su trascendencía plástica y humana. La afirmación de algún literato: “ por la vereda se llega al universo “ tiene en Betancur su más exacto seguidor. En él ,el motivo nuestro, el hombre nuestro, el problema nuestro, dejan de serlo para convertirse en el motivo del hombre en diversas latitudes. En lo mejor de su escultura, el ser humano y su grito es el problema fundamental creado por este escultor que vive su siglo y pulsa el ritmo duro y trágico y definitivo de su tiempo a través de los mitos indígenas, mulatos y mestizos de nuestras regiones
…” cuando Betancur se despoja de prejuicios anti-artísticos de moda, es forzoso reconocerle su dominio absoluto del material trabajado y la manera de sacarle vida es entonces cuando lo podemos ver en todo su vigor elemental y en toda su capacidad artística que lo sitúan entre los abanderados criollos de un americanismo fuerte , original y plásticamente valedero en cualquier rincón del mundo donde halla sensibilidad y amor a lo bello.
…” quienes deseen ver en su obra cuerpos y rostros ‘bonitos” , expresiones angelicales y motivos de almanaque de dudosa categoría, sufrirán una profunda decepción. Las estampas de un detallismo femenino, de un acicalamiento exagerado, de una maxfactorización hollywoodense y de un acabado de perfección fotográfica, no son propiamente las que exige nuestro mundo de hoy, contorsionado por la angustia de las guerras, por los afanes del hombre, por ruinas de una civilización y por la desesperada búsqueda de nuevos caminos.
Porque el artista primero tiene que ser hombre y luego artista y como hombre debe sentir lo que luego expresará como creador; y su expresión artística no puede rehuir el estremecimiento de su época, lo recalcamos, aunque digan que la nuestra es una época boba, superficial, de decadencia. No jamás hay épocas frívolas sino frívolos interpretes de esa época. La obligación del artista es eternizar momentos de humanidad. Y con rostros academistas, con paisajes decorativos, con figuras y escenas al gusto de quienes gozan mirando láminas viajeras, jamás se eterniza nada, excepto la mediocridad.
Y José Horacio Betancur es, ante todo , un hombre, un hombre que sabe esculpir y tallar en madera o en piedra su experiencia del mundo, de otros artistas y de si mismo. En él tiene Colombia indudablemente uno de sus intérpretes más acabados, y de él puede aguardarse una obra de las que hacen tradición y revelan el impulso vital de un pueblo.”