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Rafael Ortiz Arango
Arquitecto e Historiador
Diciembre de 2009
I
Quizás pase mucho tiempo para que se le haga justicia a José Horacio.
Nació con una capacidad de trabajo asombrosa y su predilección por el figurativismo le hubieran permitido dejar una obra verdaderamente titánlca si no se hubiera interpuesto la fatalidad.
Cierto día, la Villa del Aburrá, que para ese entonces apenas excedía los números para ser ciudad, amaneció con todas las vitrinas ricamente decoradas con dos o tres o más esculturas con su firma e impronta, desde la calle de Caracas hasta Maturín, todo Junin. Era de verse el asombro de la gente. Pequeñas grandes obras que a todos retaba a mirarlas, analizarlas, a tomar partido. Por la tarde, la ciudad vio desfilar por Junín a prácticamente todo el pueblo para mirar aquellas figuras tan cercanas a su sabor, tan lejanas de las porcelanas y cerámicas importadas. Con un algo de pueblo, un mucho de sublimidad artística.
Desde ese día, José Horacio Betancur no fue un desconocido. Fue el escultor que asombró a la Villa. Se salió de las tertulias de café y se incorporó a la cultura ciudadana. Le había costado mucho, pero lo había logrado. Había llegado.
II
El Medellín de cuando inició la carrera era un medio por no decir hostil admitamos que era indiferente y casi impermeable a las manifestaciones culturales nativas. Aquí se aceptaba al artista, pero el medio no permitía que un artista llegara a tener la importancia que realmente se merecía .
El espíritu mercaderista de los prohombres no entiende de cosas de cultura, a ellos sólo les interesaba cuanto costaban, que promedio de ventas y utilidades se podía derivar de la inversión y si era segura. El resto era un asunto «sórdido», algo inconcebible, un gasto perdido. Sólo entendían de lo que les representaba: una buena casa para su familia; como imagen social y de poderío, la compra de un carro por la imagen representativa comercial y a veces ni la buena presentación personal los seducía. De modo que hablar de escultura solo en términos de mausoleo en el Cementerio de San Pedro y para eso estaban los Carvajal, los Viecos y el maestro Cano. Decorar una casa, un edificio o algún otro elemento similar era botar la plata.
Las decoraciones de los hogares con porcelanas y pequeños bibelots corría por cuenta del «chalequeo» que le hacía la esposa cuando había que «ir de compras» al comercio o en los mercados.
Sin embargo, en la ciudad desde fines de los años treinta del siglo XX se había desarrollado una polémica a causa del decorado del Palacio Municipal con los inmensos y maravillosos frescos de Pedro Nel Gómez, que habían traído un mensaje renovador al arte, un trascendentalismo en el mensaje de los artistas incluido en sus obras y una actualización de las ideas sociales del país. Ello ya había preparado de alguna manera a la ciudad para la aparición de la obra más gigantesca de la admiración del grupo de arte Bachué del cual en la ciudad tomó sus ideas míticas Pedro Nel Gómez y posteriormente José Horacio Betancur. La formación artística de José Horacio coincidió con una época inspirada precisamente por Orozco, Siqueiros, Rivera. Eran los ídolos de Bellas Artes en la época de Pedro Nel Gómez.
III
Gabriel Carvajal y yo, un día, íbamos a tomar un tinto al Café Madrid a eso de las 10:00 a.m. y de manos a boca nos encontramos incluidos en una tertulia de gentes de arte donde se encontraba José Horacio. Alguien, quizás Carvajal, le preguntó sobre la actividad laboral y él comenzó a lamentar la situación económica que no le permitía comprar mármol para hacer las obras que tenía en la mente. Sin embargo, alguien comentó que si Miguel Ángel existiera hoy,en nuestro medio, trabajaría con concreto que era el material de la época.
Pasó algún tiempo, no mucho, cuando de manera repentina y sin mucho publicista a bordo, José Horacio llenó la Plazuela Nutibara de mitos gigantes, hechos en concreto, dándole vida a muchas de las más salientes figuras del mundo mitológico de Antioquia.
Gracias a esa tertulia de café y a ese N.N. ocasional se salvó para nuestro arte la concepción mitológica del más grande de los escultores paisas del siglo XX.