Margarita Díaz-Andreu y Marta Portillo
Margarita Díaz-Andreua y Marta Portillob
a ICREA, Universitat de Barcelona
b IMF-CSIC
Resumen
En este trabajo trataremos sobre la historia de la interdisciplinariedad de la arqueología en España, realizando un rápido recorrido desde el siglo XIX hasta nuestros días. En esta historia diacrónica entendemos la interdisciplinariedad no como una suma de ciencias o disciplinas sin un intercambio de saberes entre ellas (multidisciplinariedad), o como la integración de dos disciplinas en una (pluridisciplinariedad), o el ideal de unión de todas las ciencias (transdisciplinariedad), sino como una aproximación basada en perspectivas disciplinares que integran sus puntos de vista que enfatiza su relación con la resolución de problemáticas (Díaz-Andreu & Portillo, 2020).
1. Los orígenes: desde el inicio de la profesionalización hasta la Guerra Civil española (1850-1936)
Aplicar al siglo XIX las definiciones que empleamos hoy en día de interdisciplinariedad nos lleva a dificultades puesto que la disciplina en sí estaba todavía en formación. La gran mayoría de los que se dedicaban a la arqueología se ganaban la vida en otros oficios y algunos de ellos llegaron a emplear su conocimiento en su propia ciencia en beneficio del estudio de las antigüedades. Un trabajo reciente ha tratado la interdisciplinariedad en la arqueología de esta época con más detalle (Díaz-Andreu & Coltofean, 2020) pero, resumiendo, podemos citar ejemplos como el geólogo Casiano de Prado y Vallo o al ingeniero Eduardo Saavedra y Moragas. Lo que parece que no se dio en España fue una colaboración al nivel de lo producido en Escandinavia con las comisiones de los Montones de Desechos de Cocina (køkkenmøddingkommission en danés), creándose la primera entre los años 1848-1869 en la que un naturalista, un geólogo y un arqueólogo se juntaron para estudiar sitios arqueológicos e intentar analizar su naturaleza aportando cada uno los conocimientos de su ciencia (Kristiansen, 2002). Es interesante observar que aunque los arqueólogos españoles conocían los debates de esta y las siguientes comisiones, esto no llevó a una colaboración semejante entre miembros de diferentes disciplinas en nuestro país, siendo un primer ejemplo de que el conocimiento no lleva a la emulación. Tampoco parecerían influir, al menos en el siglo XIX, la interdisciplinariedad desarrollada en las excavaciones de Olimpia por los alemanes, en las que colaboraron una serie de especialistas en diferentes ciencias (Eberhardt, 2008).
Las que más reflejan la influencia de lo que está pasando en el centro y norte de Europa son precisamente las personas formadas allí y que luego investigan en España. Nos estamos refiriendo al belga Luis (Louis) Siret (1857-1934) y al alemán Adolf Schulten (1870-1960). El primero de ellos es un ingeniero de minas que llega a España en 1881 y que, aunque de forma limitada, colaborará con otros especialistas como se observa en su libro Les premiers ages du métal dans le Sud-Est de l’Espagne (Siret & Siret 1887, Siret & Siret, 1890) en el que se da importancia a las semillas carbonizadas en contextos arqueológicos, un material que, sin embargo, solo será estudiado varias décadas después (Netolitzky, 1935; Hopf, 1990). También analiza una serie de piezas del Bronce Final con un metalúrgico (Montero-Ruiz et al., 2011) y realiza una serie de experimentos junto con un farmacéutico (Siret, 1913). Por su parte Schulten colabora con un amplio abanico de profesiones en sus excavaciones de los campamentos de Numancia y luego en sus trabajos de Tartessos y Massada (Garcés i Estallo & Gómez Gonzalo, 2020).
En España en el ámbito del cuaternario sí que se produce cierta interdisciplinariedad en la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas creada en 1914 (Rasilla Vives & Santamaría Álvarez, 2003-05). Una serie de circunstancias debidas a rivalidades académicas, sin embargo, hará que esta institución prácticamente abandone la arqueología a partir de mediados de los años veinte (Díaz-Andreu, 2012b, pp. 28-35; 2014).
2. El franquismo (1939-1975): las “ciencias auxiliares”
La generación que accede a cátedras justo poco antes de la Guerra Civil, que será la que pase a primera línea detrás de la contienda, será testigo de cómo en otros países el conocimiento creado en otras ciencias incide directamente en la arqueología, y cómo incluso algunos especialistas de estas entran a trabajar en departamentos o institutos de arqueología. Este sería el caso del geólogo Frederick Zeuner que se incorpora en 1936 en el Instituto de Arqueología de Londres, consiguiendo una cátedra en el mismo en 1946. Zeuner acudirá por primera vez a España invitado por Luis Pericot a principios de los años cincuenta, y de los contactos con nuestro país saldrán publicadas traducciones de dos de sus obras más conocidas (Zeuner, 1956;1959, ver Díaz-Andreu, 2012a, pp. 148-152). Los viajes también exponen a los arqueólogos a lo que está pasando en, por ejemplo, Estados Unidos, con reveladores comentarios como este realizado por el catedrático catalán:
Decir que los métodos usados por los arqueólogos americanos son los más avanzados, no sería decir nada nuevo. Todo el secreto de ello está en la colaboración de los científicos, geólogos, químicos, edafólogos, geógrafos, de que las instituciones disponen, mientras en nuestros viejos países no siempre es fácil contar con su cooperación (Pericot, 1959, p. 8).
Aunque luego reconoce que en parte esto se relaciona con “la relativa abundancia de recursos” que existe en aquel país (Pericot, 1959, p. 9). Sin embargo no todo es la financiación, porque aunque el dinero le llegue con, por ejemplo, subvenciones de la Wenner Gren Foundation, le faltará la mentalidad que le permita dar este salto: no vemos en él ningún impulso hacia la interdisciplinariedad a pesar de defender el empleo de lo que entonces se consideran “ciencias auxiliares”. Sí que existen en España otros científicos que se interesan por la arqueología, como en botánica el ingeniero Ricardo Téllez y la geóloga Josefa Menéndez Amor, y se produce también la creación de instituciones como el Laboratorio de Geocronología financiado por la Fundación Juan March en 1966. En esos años son los cuaternaristas los que comienzan a andar el camino de la interdisciplinariedad con personajes como Joaquín González Echegaray desde finales de los años cincuenta (Janssens & González Echegaray, 1958).
El impulso hacia la interdisciplinariedad que, como hemos visto, Pericot percibe en Estados Unidos, lleva en los países más adinerados del momento a acciones significativas como la creación de la revista Archaeometry (1958), la aparición de influyentes libros de texto como el de Ciencia en Arqueología (Brothwell & Higgs, 1963), etc. (para Francia ver Bellot-Gurlet & Dillmann, 2018). Entre los países de habla inglesa el interés por la teoría de la Nueva Arqueología o Arqueología Procesual viene acompañado por el ímpetu en convertir a la arqueología en una disciplina más científica (Díaz-Andreu en prensa 2020) y va asociada a la especialización interdisciplinar. En los años sesenta y setenta equipos extranjeros acuden a trabajar en España trayendo consigo nuevas prácticas interdisciplinares, como la Escuela de Chicago (Straus, 2016), con la que se asocian el ya referido Joaquín González Echegaray y también Emiliano Aguirre, Juan María Apellániz, Jesús Altuna y Benito Madariaga y que terminará influyendo en investigadores de generaciones más jóvenes como Manuel Santonja y Mª Ángeles Querol.
Los norteamericanos no serán los únicos extranjeros en España puesto que también vemos a alemanes, británicos y franceses. Los primeros no vendrán formando un equipo sino que varios especialistas acuden a España a estudiar los restos botánicos, faunísticos o los metalúrgicos hallados en contextos arqueológicos (Boessneck, 1969; Hopf, 1965; Junghans et al., 1960; Junghans et al., 1968-74). En cuanto a los británicos su presencia en España viene de la mano del proyecto “The Early History of Agriculture” (Díaz-Andreu, 2012a, pp. 148-152) y su influencia será más bien en arqueología espacial y análisis botánicos y faunísticos. En contraste con todos los anteriores, los franceses se interesan desde los años sesenta por la archéometrie (Djindjian, 2016) y una de sus pioneras en palinología, Arlette Leroi-Gourhan, analizará granos de polen de sitios españoles (Leroi-Gourhan, 1966; 1971). La mayor influencia de Francia en España, sin embargo, proviene de la atracción que ejercen varias de las figuras principales de la arqueología gala del momento: André Leroi-Gourhan, Henri de Lumley y George Laplace. A pesar de que estos trabajan poco o nada en territorio español, su quehacer inspira a los que se están formando en la profesión en esos años, y algunos acuden a sus laboratorios, sobre todo en los últimos momentos del periodo dictatorial, como será el caso concreto de Arlette Leroi-Gourhan con Pilar López.
3. La inmersión de la arqueología española en la interdisciplinariedad: desde la transición hasta nuestros días (1970-2020)
En el libro Arqueología e interdisciplinariedad: la microhistoria de una revolución en la arqueología española (1970-2020) (Díaz-Andreu et al., 2020) se recogen cerca de medio centenar de biografías de algunos de los protagonistas que han jugado un papel en la inmersión de la arqueología española en la interdisciplinariedad en este último medio siglo. Como la microhistoria creada a partir de ellas indica (Díaz-Andreu & Portillo, 2020) se percibe en estas autobiografías y, en algunas publicaciones, una gran ilusión de las nuevas generaciones de la transición por cambiar el status quo y esto llevará a la profesionalización de especialistas en paleopalinología, paleofauna, antracología, carpología, arqueometalurgia, entre otros. La mayoría de los pioneros de los relatos de este libro contribuyen al éxodo temporal de jóvenes españoles hacia el extranjero para formarse en una nueva manera de hacer arqueología.
A la vez otros especialistas de otras ciencias se acercan a la arqueología, como en arqueofauna, arqueomalacología y geoarqueología. Como siempre los estudios de Cuaternario van por delante. Las publicaciones de los yacimientos de Pinedo y Áridos en el Valle del Tajo demuestran la enorme actividad interdisciplinar con colegas de otras disciplinas que se está produciendo en los estudios de Cuaternario (Querol & Santonja, 1979; Santonja et al., 1980), pero tras ellos vienen los interesados en periodos más recientes (Dossier – Mètodes científics… 1984). Los congresos también son buen reflejo de los cambios: además de las convocatorias del Grupo de Trabajo del Cuaternario, la primera reunión sobre industria ósea celebrada en Madrid en 1979 o los simposios de palinología comienzan a organizarse en los setenta, a los que empiezan a acudir arqueólogos. Los años ochenta se inaugurarán con las influyentes primeras (y únicas) jornadas de metodología de investigación prehistórica de Soria 1981 (Jornadas… 1984).
En los años ochenta algunos de los pioneros consiguen trabajo en las universidades y centros de investigación y, si tienen posibilidades, hacen lo posible para ampliar la plantilla de sus departamentos con especialistas en las diferentes arqueociencias, y a crear laboratorios propios. Con ellos se va extendiendo el modelo de interdisciplinariedad entre las nuevas generaciones, de manera que vemos a nuevas remesas de aspirantes marchándose al extranjero a formarse en un número cada vez mayor de especialidades. Las posibilidades se ampliarán aún más con el programa Erasmus en 1987 que también permite a los universitarios acceder a esta formación fuera de España. La generación que se educa en los ochenta, sin embargo, tendrá más problemas para estabilizarse como profesionales que la generación anterior, que son los que se han beneficiado en gran parte de la entrada masiva de profesorado a mitad de los ochenta (aunque en su caso solo accediendo a puestos menores ya que son jóvenes para las idoneidades). Es decir, que parte de esta formación de los ochenta se pierde, pero es todavía importante la influencia de los que finalmente logran asentarse.
Si los de los ochenta encuentran mayores dificultades que los anteriores para asentarse profesionalmente, los de los noventa y dos mil lo van a tener aún más difícil, y lo que se percibe es que el número de años post-doctorales se va alargando a medida que pasa el tiempo, y estas estancias en el extranjero se convierten, en numerosos casos, en un modus vivendi que les permite continuar en la profesión pasando ellos mismos en ocasiones no ya a formarse, sino a formar a otros tanto dentro como fuera de España. Los que sí que logran consolidarse en nuestro país van montando laboratorios donde todavía no los había, como por ejemplo el de Paleobotánica en la Universidad del País Vasco, por el que tanto trabajó Lydia Zapata, o el de Paleoambiente en la Universidad de Jaén. De hecho, en comparación algunos de los laboratorios pasan a equipararse a los que se encuentran en otros países de mayor tradición en la interdisciplinariedad.
A la formación a los nuevos estudiantes de los noventa y los dos mil ayuda una mayor presencia de asignaturas interdisciplinares a veces incluso impartidas por profesorado de otras facultades. La inclusión de prácticas obligatorias y, al final de esta década, los cambios en los planes para adaptarse al Plan Bolonia (1999, Real Decreto 1393/2007), son aprovechadas por algunas universidades para fomentar aún más la interdisciplinariedad.
Hoy en día los más optimistas opinan que “lo que hace veinte años se llamaba ‘científico’ o ‘interdisciplinar’ ya no se ve como tal, y se considera un elemento normal de nuestra práctica diaria” (Martinón-Torres, 2020). Los más jóvenes todavía han de seguir beneficiándose de los contratos postdoctorales pero en algunos casos ahora es España el polo de atracción para extranjeros que desean formarse, o incluso que se asientan profesionalmente en nuestro país. El nivel internacional al que ha llegado la interdisciplinariedad de la arqueología en España se nota en cuestiones muy dispares, desde la gran cantidad de publicaciones realizadas por autores españoles en revistas de carácter internacional, hasta la frecuente celebración de congresos internacionales especializados en nuestro suelo. La interdisciplinariedad se ha impuesto en la arqueología española por la iniciativa de varias generaciones – es decir, en un movimiento de abajo hacia arriba – pero en estos últimos años también como una imposición de arriba hacia abajo: se ha convertido en un prerrequisito prácticamente imprescindible de los proyectos de investigación a todos los niveles, del internacional al local. También se potencia en las relaciones inter e intra-institucionales, y en el impacto que se da a lo publicado en revistas que fomentan la interdisciplinariedad.
La gran implantación de la interdisciplinariedad en España, sin embargo, no es completa, en el sentido de que lo que diferencia a nuestro país de otros, es el ensamblaje de la arqueología científica con la teoría para intentar contestar a los retos más amplios sobre el pasado humano (Kintigh et al., 2014). Esto es algo sobre lo que sugerimos que los arqueólogos y arqueólogas inmersos en la interdisciplinariedad deberían reflexionar de cara al futuro de su práctica profesional (Díaz-Andreu & Portillo, 2020).
4. Agradecimientos
Este artículo es resultado del proyecto InterArq, ref. HAR2016-80271-P, “Arqueología e interdisciplinariedad: una investigación arqueológico-histórica sobre las relaciones interdisciplinares en la Historia de la Arqueología española (siglos XIX y XX). https://interarqweb.wordpress.com/, subvencionado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI), los fondos del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) y la Unión Europea (UE).
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