El olvido ocurre en todos nosotros. Davis y Zhong (2017) escriben que hay tres mecanismos para el olvido pasivo, «(1) la pérdida de pistas de contexto a través del tiempo que dificultan la recuperación, (2) la interferencia durante la recuperación de otras memorias similares acumula-das a través del tiempo, y (3) el decaimiento «natural» de las huellas de la memoria debido a la inestabilidad general de los materiales biológicos y el paso del tiempo». También hay formas de olvido activo como:

«El olvido basado en la interferencia… otras informaciones o actividades que compiten entre sí antes (proactivo) o después (retroactivo) del evento de aprendizaje aceleran el decaimiento de los rastros de la memoria. El olvido motivado se produce cuando los mecanismos cognitivos se activan voluntariamente para debilitar los rastros de memoria, a menudo porque la memoria tiene alguna cualidad desagradable. El olvido inducido por la recuperación … se produce cuando se recuerdan algunos aspectos de un recuerdo que suprimen el recuerdo de otros aspectos relacionados con el recuerdo recordado» (Davis y Zhong, 2017).

Las investigaciones sugieren que el olvido es un proceso predeterminado en el cerebro. La consolidación de la memoria está «en constante competencia con una señal «homeostática» del olvido intrínseco, siendo el destino de los recuerdos recién adquiridos determinado por el ganador» (Davis y Zhong, 2017). El cerebro se degrada y trabaja en la eliminación de la información que ya no es útil para hacer espacio para nuevos aprendizajes (Rosenzweig y col., 2002). La curva del olvido (Davis y Zhong, 2017; Murre y Dros, 2015; Stahl y col., 2010) estima cuánta información sobre una experiencia se pierde con el tiempo. Los estudios de la curva de olvido se ba-san a menudo en información que no tiene mucho sentido asociada a ella (por ejemplo, un bajo valor emocional) pero que muestra cómo nuestro aprendizaje decae rápidamente. En 20 minutos, perdemos alrededor del 40% de lo que hemos aprendido. Después de que un tercio del día ha pasado, perdemos el 70%. El punto clave es que el olvido tiene lugar, es un proceso predeterminado. El nuevo aprendizaje interfiere con lo que aprendimos anteriormente. Y el aprendiza-je no utilizado decae.

Figura 9.1. Una representación típica de la curva del olvido. (Ebbinghaus) (Source: Wikipedia)

¿Por qué sucede esto? ¿Por qué olvidamos tanto? «El olvido activo, junto con la atención, la adquisición y la consolidación, es por tanto parte del sistema biológico del cerebro para gestionar los recuerdos» (Davis y Zhong, 2017). En nuestro cerebro, el espacio es limitado, la energía es limitada, los materiales biológicos son limitados – no podemos guardarlo todo. Así que estamos constantemente haciendo espacio. Nuestro cerebro olvida constantemente, así que lo que es significativo permanece accesible. Como resultado, la información sin mucho significado se olvida rápidamente.

El olvido es un proceso predeterminado en el cerebro que significa que no tenemos que hacer nada para que ocurra. Pero tenemos que hacer algo para evitar que ocurra, al menos en relación con la información que no queremos olvidar. ¿Cómo podemos aplanar la curva de olvido y olvidar menos? Con repetición (por ejemplo, reconstruyendo la memoria, reactivando las redes del cerebro que contienen la información que aprendimos). Cuanto más frecuentemente reconstruyamos un recuerdo, más tiempo durará ese recuerdo. Cada reconstrucción reduce la tasa de olvido – la curva de olvido se hace más plana. ¿Por qué? El cerebro considera más significativos los elementos más frecuentes. Este proceso de activaciones repetidas refuerza las conexiones y reduce el olvido. En otras palabras, al hacer que algo aparezca con más frecuencia, aumentamos el significado que se le asigna. Las reconstrucciones se facilitan mejor con actividades de recuperación (es decir, teniendo que reconstruir tanto como sea posible la memoria). Reconstruimos lo que podemos y luego verificamos para ver qué falta y elaboramos lo que hemos recuperado. En resumen, cuanto más se reconstruya un recuerdo, más sig-nificado se le asigna y menos se olvida.

 

Figura 9.2. Instancias de reconstrucción de la memoria (Source: Wikipedia)

Referencias

  • Davis, R. L., y Zhong, Y. (2017). The biology of forgetting—a perspective. Neuron, 95(3), 490-503.
  • Rosenzweig, E. S., Barnes, C. A., y McNaughton, B. L. (2002). Making room for new memories. Nature neuroscience, 5(1), 6-8.
  • Durazo-Arvizu, R., y Plange-Rhule, J. (2016). Metabolic acceleration and the evolution of human brain size and life history. Nature, 533(7603), 390
  • Stahl, S. M., Davis, R. L., Kim, D. H., Lowe, N. G., Carlson, R. E., Fountain, K., y Grady, M. M. (2010). Play it again: The master psychopharmacology program as an example of interval learning in bite-sized portions. CNS spectrums, 15(8), 491-504.
  • Murre, J. M., y Dros, J. (2015). Replication and analysis of Ebbinghaus’ forgetting curve. PloS one, 10(7).

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Conceptos de la Ciencia del Aprendizaje para Docentes (proyecto Illuminated) Copyright © 2020 por Marc Beardsley se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional, excepto cuando se especifiquen otros términos.

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