Escenario C: Un profesor de estadísticas desafía al sistema
Clive (mirando atentamente a su compañero, Jean): Entonces, ¿qué salió mal en el trabajo hoy?
Jean: Te diste cuenta –grandioso-.
Clive: No me subestimes. ¿Cómo no me voy a dar cuenta del portazo en la puerta, los gritos al gato, y el pedido de la copa grande de vino -que justamente estaba en tu escritorio-?
Jean (tomando la copa de vino): Hoy la gota rebalsó el vaso. Tengo los resultados de las evaluaciones finales de mis alumnos del nuevo curso que estoy dictando.
Clive: ¿Todo mal? ¿En serio?
Jean: Los resultados son variados, el 30% sacó la nota más alta A, el 5% B, el 15% C, el 15% D y el 35% E lo que NO da una curva de distribución normal. O me aman o me odian, pero el promedio que es todo lo que le interesa a Harvey, el jefe del departamento– dio una D, lo que significa que cualquier posibilidad de promoción para el próximo año se fue directamente por la ventana. Voy a tener que explicarle a ese bufón que la última vez que dió clases fue cuando las tabletas eran la última tecnología.
Clive: no voy a decir que te lo dije, pero…
Jean: No sigas. Sé que estoy loco por haber dejado de dar clases usando la pizarra y por tratar de involucrar más a los estudiantes. Podría matar al responsable de desarrollo docente que me convenció de cambiar la forma de enseñanza. No me importó todo el trabajo extra, ni siquiera la lucha continua con el tipo del laboratorio que insistía que dejáramos todas las mesas y sillas correctamente en su lugar -un idiota- y me encantó la nueva modalidad de enseñanza, fue estimulante y profundamente satisfactoria, pero lo que realmente me destrozó es que el departamento no me permitió cambiar el tipo de examen final. Intenté que mis alumnos cuestionaran sobre qué es una muestra, discutan sobre las formas alternativas de ver la significación, resuelvan problemas, y al final les dan una evaluación con preguntas de selección múltiple que sólo evalúa su capacidad de memorizar técnicas estadísticas y fórmulas. Por eso la mayoría se enojó conmigo.
Clive: Pero siempre dijiste que tus alumnos disfrutaron de la nueva modalidad de enseñanza.
Jean: Bueno, fui engañado. En sus comentarios sobre la evaluación, parecía que a un tercio de ellos realmente le gustaron las clases, incluso algunos escribieron que les abrió los ojos y comprendieron para que sirvan las estadísticas, pero parece que al resto sólo le interesaba tener las hojas de respuestas para pasar el examen.
Clive: Entonces, ¿qué vas a hacer ahora?
Jean: Sinceramente, no lo sé. No sé si lo que estoy haciendo es lo correcto, ahora que he pasado por todos esos cambios. Si sé que cuando los alumnos empiecen a trabajar, no van a tener hojas de respuestas, sino que tendrán que interpretar datos, y cuando se anoten en los cursos más avanzados de ciencias e ingeniería no serán capaces de utilizar las estadísticas correctamente si sólo les enseño a aprobar un examen. Terminarán sabiendo un poco de estadísticas, pero no cómo hacerlo correctamente.
Clive: Entonces, hay que lograr que el departamento acepte un cambio en el tipo de evaluación.
Jean: Sí sí, buena suerte, porque todo el mundo tendrá que cambiar la forma en que enseña si hacemos eso.
Clive: Pensé que la única razón por la que cambiaste la forma de enseñar era porque en la universidad estaban preocupados por las competencias y conocimientos con que egresaban sus graduados.
Jean: Es verdad, pero el problema es que Harvey no me apoyará. Él es de la vieja escuela -vieja hasta la médula- y piensa que lo que estoy haciendo es simplemente una moda, y sin su apoyo no hay manera de que el resto del departamento cambie.
Clive: OK, relajemos, tomemos una copa de vino y vamos a salir a algún lugar agradable para cenar. Eso ayudará a sacar de mi mente la imagen de Harvey. Después, te cuento sobre mi día.